El año 1988 no había comenzado nada mal para Los Fabulosos Cadillacs. Iban por su exitoso segundo disco “Yo te avisé” y dejaban de ser promesa para convertirse en un novedoso e innovador referente del rock local, al incluir en sus canciones el ska jamaiquino al estilo de Madness o The Specials.
En ese entonces, el país se conmovía por las sublevaciones militares de Aldo Rico, los paros generales de la CGT de Ubaldini y aparecían los primeros signos preocupantes de una hiperinflación que estallaría como nunca al año siguiente y que terminaría con la salida anticipada del radicalismo del poder.
En aquel último verano alfonsinista ningún espectador tenía que resignar un solo austral para ver en vivo a la banda de Vicentico y Flavio que continuaba con las presentaciones de su segundo álbum considerado por el propio Luca Prodan como el mejor disco del rock nacional.
Era el primer día de marzo del ´88 y la convocatoria –que incluía la transmisión en vivo por televisión- se daba cita en los jardines de Canal 7 que, por entonces, se llamaba ATC (Argentina Televisora Color).
En esa época, era parte de su programación habitual, desde principios de año, poner al aire cada martes un recital, desde su propio parque, de algún solista o grupo musical de cierto renombre. Era costumbre, además, ubicar el escenario de manera tal que quede ubicado justo frente al lago artificial –de poco centímetros de altura-, separando así a los artistas del público presente en el lugar.
A pesar de contar con apenas tres años de existencia, los seguidores de Los Fabulosos Cadillacs se contaban de a miles y así lo demostraban dándose cita en forma masiva en la zona de Figueroa Alcorta y Tagle para disfrutar del show de la banda. Y este fue el primer y fundamental dato subestimado por las autoridades del canal estatal.
A esto se le sumó la evidente ineptitud de los organizadores del evento que no se preocuparon por poner un simple vallado de contención preventivo. Tampoco había personal de seguridad en la cantidad adecuada y ni siquiera asistencia médica. De más está decir que tampoco advirtieron el hecho de que resultaba sumamente peligroso poner cables eléctricos en contacto directo con el agua.
Lo cierto es que, antes de comienzo del recital, una parte del público se impacientó y comenzó a ganar espacio y a ingresar al mismo lago para así poder estar más cerca del escenario obteniendo una mejor ubicación. Y esto no se logró, como es de suponer, sin mediar empujones, peleas y hasta avalanchas entre los espectadores que generaron los primeros contusos y desmayados.
Este desborde inicial ocasionó que una cámara del canal cayera directamente al agua, por lo que se veía seriamente comprometido el resto del equipo. El caos era inevitable y, a esta altura, la transmisión en directo estaba descartada. Por todo esto, el inicio del evento se retrasó, lo que caldeaba aún mas los ánimos de la ya nerviosa concurrencia.
Frente a esto se presentaba una disyuntiva: el show debía suspenderse ya que no estaban en lo absoluto dadas las garantías necesarias para que se desarrolle con normalidad pero, viendo las cosas como estaban, suspenderlo podría desatar aún mas la furia de por lo menos una parte del público.
Para evitar la catástrofe, Los Cadillacs decidieron salir a tocar y, minutos después de las ocho de la noche, ya podían escucharse los primeros acordes de “El genio del dub”. El público estalló.
Tema tras tema, la situación se tornaba aún mas descontrolada. Algunas personas intentaban subir al escenario y otras se encargaban de salpicar con agua todo a su alrededor mientras saltaban y bailaban al ritmo de la música. Todo este frenesí deviene, ante el asombro de los presentes y de los mismo músicos, en la caída al lago artificial de algunas cajas de sonido dispuestas a un lado del escenario.
La situación se tornaba insostenible, el órgano Crumarg utilizado por la banda se rompió por un piedrazo y Vicentico recibió un monedazo en la frente. Apenas terminaron de tocar “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, el grupo se refugió en el interior del canal. El show terminaba abruptamente pero no así la batalla campal desatada que seguiría un rato mas.
El vandalismo se había desatado al máximo: se veían jóvenes intentando ingresar al canal, destrozando autos y todo lo que se les cruce a su paso; otros robándose las cajas del sonido, arrancando cables y llevándose lo que podían; las reyertas entre distintos grupos se multiplicaban y el grueso del público huía espantado.
Finalmente, la policía apareció con gases lacrimógenos dispersando la multitud y deteniendo a los más revoltosos. El servicio médico del CIPEC (hoy SAME) hacía lo suyo con los heridos entre los que se encontraban siete policías, incluido el jefe del operativo y titular de la comisaría de la zona quienes fueron internados, posteriormente, en el Hospital Churruca con heridas diversas.
Al día siguiente, Los Cadillacs no salían de su asombro, las autoridades de Canal 7 se desentendían del escándalo achacándole todo a una “patota de facinerosos” y el diario Crónica titulaba a propósito de lo sucedido “Un escándalo de rockeros. Varios lesionados y 35 detenidos frente a ATC”.
Javier Pasaragua
pasaragua@gmail.com