Rock and roll lacrimógeno
Las canciones de Radiohead atraen por romper los esquemas preestablecidos. Por salirse de la fórmula del éxito o, mejor dicho, por alcanzar el mismo destino pero con una fórmula completamente distinta y mucho más compleja que las demás bandas intentan copiar en vano, sin llegar a resolver nunca la ecuación.
Habría que buscar parte del encanto en teorías psicológicas. Intentar resolver el porqué de esa tendencia masoquista adolescente que disfruta de las canciones y las letras desgarradoramente bellas que entrega Radiohead.
El valor de la entrada ($260) era prohibitivo para muchos, y hacía dudar hasta algún fanático. Sin embargo, días antes no quedaban tickets por vender, y en el club Ciudad no cabía un alfiler. Algunos disfrutaron con las bandas soportes, mientras para otros solo aumentaba la ansiedad.
La lista de temas es anecdótica. Algún espectador pasajero se irá pidiendo “Bones”, o “Lucky”, pero ¿cuál dejar afuera? Cualquier canción de la banda hubiese atrapado tanto como lo hicieron las veinti tantas. No estamos ante un simple recital, sino ante un show con todas las letras. Las emociones se viven a flor de piel. “Karma police”, el tema más coreado, el mayor pogo es con “Paranoid android”, y el cierre con “Creep” se lleva el puesto número uno en cantidad de lágrimas derramadas.
Como si estuviésemos hablando del canto de las sirenas en la travesía de Ulyses, la voz de Thom York practica un encanto sobre las 35 mil personas. Como si fuera un home theatre con sonido 5.1, nos envuelve, nos hipnotiza, y hasta nos contagia esos espasmos que él mismo muestra delante del micrófono.
El sonido de la banda forma una pared que nos rodea, nos aplasta, nos levanta, nos acaricia y nos vuelve a rodear. Esto se suma a la imponente puesta en escena: estalactitas lumínicas cuelgan por todo el escenario y nos atraen como si fuéramos nenes. La sensación es la de haber vivido un momento histórico, no solo por ser la primera visita de la banda a la Argentina, sino por la superlativa calidad del show.
Una vez finalizado salimos lentamente del club Ciudad, caminando, flotando como si estuviéramos drogados, aunque muchos de nosotros no lo estamos. Mientras mi boca silba “Paranoid android”, pienso en lo barata que salió la entrada.
1 comentarios:
excelente el comentario Guillermo.
Con drogas, muchas veces la conexión puede ser aún más fenomenal.
Publicar un comentario