martes, 20 de mayo de 2008

Seguir creciendo

Con la excusa de presentar su último disco, “Crece”, KAPANGA debutó en el Luna Park el pasado sábado, ante más de siete mil fanáticos. Una gran cantidad de invitados se hizo presente en la noche consagratoria de los quilmeños


Según la voz peronista del MONO, frontman de la banda quilmeña, puede que el 17 de mayo ya no sea recordado como el aniversario del natalicio de LUCA PRODAN: a partir del sábado, será el Día de la Lealtad Kapanguera.


Es que, tras diez años de su debút discográfico, KAPANGA llegó a bailar el rock -y cuartetazo- del rico Luna Park junto a los casi siete mil asistentes que colmaron, acompañados por globos, maracas con forma de zanahoria -alusión al arte de “Crece”, última producción del grupo- y demases artilugios más propios de un cumpleaños de quince que de un recital de rock. Pero bueno, yacen en el ADN de esta banda, además del reggae, la MONA JIMENEZ, la marihuana y el Quilmes Atlético Club (dicho sea de paso, volvieron al triunfo tras seis partidos y todavía luchan por ascender).


Así las cosas, veinte minutos pasadas las nueve, los cinco músicos se acomodaron en las tablas y, con algunos problemas de sonido, iniciaron el show con “Contramano”, tal como arranca el disco que estaban presentando.


Para lo que sería el show más importante de su historia, el grupo se preparó bastante bien y montaron, al fondo del escenario, una imponente pantalla gigante dividida en seis, la cual combinaba imágenes de lo que pasaba arriba con lisérgicas proyecciones que acompañaban la idea musical propuesta.


KAPANGA es una banda que exuda buena onda y da la sensación que gracias a esa simpatía, trabaron amistades tras bambalinas con diversos músicos del mundillo local. Por eso es que los mendocinos de KARAMELO SANTO se sumaron y acompañaron en “Fumar”, guiño al humo que inundó el Palacio de los Deportes.


Al tiempo en que FERNANDO RUIZ DÍAZ, a esta altura un habitué de cada evento rockero que exista, prestó su voz para “El universal”, una terrible humedad se hizo presente en el estadio, provocada por la temperatura que levantó tanto pogo a esa altura del concierto, aunque la algarabía a los saltos sería más cuando sonó “La taberna”, junto a PABLO ROMERO, cantante de ÁRBOL.


Los músicos estaban visiblemente emocionados por esta consagración que les tocó vivir. Muchos serían los recuerdos que transitaban por la cabeza del cantante, quién cambió su bardera y chistosa verborrea por palabras de agradecimiento y anécdotas de antaño, como por ejemplo el momento en que conocieron a ALEJANDRO NAGY, el más célebre de los locutores de la Rock & Pop, quién los acompañó en “Me voy yendo”, con su guitarra acústica.


El muestrario de hits que tiene KAPANGA es realmente imponente y probablemente haya sido lo más festejado de la noche (“Ramón”, “Elvis”, “Desesperado”, “Desearía” –con Tobías, hijo del MONO en la guitarra-, “Rock”, “En el camino”), pero el concierto ganó peso con los contrastes que evidencian que esto que estamos viendo es rock en serio y no una banda en joda, tal como se la minimiza.


Lo cierto es que la babasónica Flotar aportó delicadeza; Postal, sensibilidad, y “Crece”, mezcló ambas cosas, además de llenar el escenario con los hijos y las mujeres de los músicos. Los niños se quedarían para recibir a BALDE, ex bajista del grupo, quien se encargó de cantar la lúdica “Una nube” en el falso final.


Previo a los bises, hubo una grandilocuente demostración del virtuosismo que posee MAIKEL, con un largo solo entre spacerockero y metalero, así como si KEVIN SHIELDS y STEVE VAI coincidieran en la misma persona.


Era tiempo para un postre bien cargadito servido por un popurrí de cuartetazos: “Mujeres”, “Amor secreto”, “Agujita de oro”, “Amor de mañana”, “La caravana” y “Cecator el borracho” sonaron rapidito, uno atrás del otro. En medio de la catarata de barullo, hubo lugar a otra muestra de ternura en forma de canción con “Un lugar”, largamente dedicada al padre del cantor, fallecido recientemente.


Y sí, tenía que sonar ese tema que todos esperaron. Ese que hace diez años satirizaba a un político con las manos manchadas de sangre (Maradona dixit) que quería mandar a dormir a toda la juventud bonaerense a las tres de la mañana. “El mono relojero” sonó recargado con la ayuda de todos los invitados de la noche, quienes subieron para poguear arriba del escenario. Incluso uno se animó al mosh y saltó al público.


En toda esta década, KAPANGA creció en público de manera silenciosa y sin llamar la atención, a contrapelo de lo que es su música. Y ese crecimiento, lejos está de ser la zanahoria que revienta la tierra en la tapa del último LP; no salieron de la tierra de manera abrupta, sino que paulatinamente se fueron dando las cosas a medida que la semilla plantada fue tirando sus primeras raíces y hoy es un árbol, un palo borracho, quizás.


La gran fiesta popular había terminado y estos primos de los AUTÉNTICOS DECADENTES estuvieron a la altura de lo que la multitud presente esperaba: diversión, pogo, baile y rock, muchísimo rock.


Ezequiel Ruiz

Foto: Cristian Seligmann

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